Historia Corta Zarpitas y Animal III
Mi miedo aumento cuando ella sonrió y se acercó a darme otro beso. No podría decirse que era virgen, simplemente, mi conocimiento del cuerpo femenino se debía más a la autoexploración y a los relatos eróticos leídos que a la puesta en práctica. Sabía que antes o después tendría que atreverme... era sólo que me daba miedo.
Saray vio la duda en mis ojos, debió verla porque en vez de besarme me susurró: Tú eliges los tiempos, chica de los gatos traviesos.
Y en ese momento sentí que podría caerme. Literalmente. Lo que estaba sintiendo era demasiado para lo que yo me permitía sentir. No podía ser real. Tenía que asegurarme de que no se iría, pero a la vez, deseaba con todas mis fuerzas que lo hiciera. Que lo hiciera como lo hicieron todos, Enrique, Elena... y mis amigos.
Todos los que eran mi familia me dejaron, y yo quería que Saray fuera una excepción pero me daba demasiado miedo. Así que...hice lo que ahora, viéndolo en perspectiva, me parece lo más lógico. Me puse a llorar. Me senté en el suelo y lloré. Sentía rabia, ira, dolor, amor, todo a la vez. Quería hacerme daño y reír para evitarlo. Quería odiarme y amarme. Quería ser libre pero todo lo que una vez me hizo libre ahora eran cadenas.
Lo que nunca creí que fuera lógico ni me esperaba de nadie era que Saray se sentase a mi lado, me acunase y me dijera: "todo lo que sientes es válido, estoy aquí, puedes confiar en mí"
Nadie, nunca, me había dado esa libertad. Nadie, nunca me había dado ese querer.
Me dejé acunar, me dejé mimar. Quería...no, NECESITABA esa atención.
Sabía que me estaba dejando caer... pero... por algo en inglés se dice Caer enamorado. Como los ángeles, yo iba a caer en pecado, y me daba igual, caería en picado por ella.
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