Historia Corta Zarpitas y Animal I

 Solte el libro de Fenris, el elfo de la estantería. Era el número 22, antes lo hubiera considerado un presagio, una mala sombra y una buena


Pero ya no, ese libro ya no era yo

Fenris ya no era yo

Yo podría controlar la maldición.
Podría con ello y sin ayuda de ningún tipo de mago.
Mi maldición, era diferente a la del Elfo. Proseguí con mi monólogo interno  mientras me sentaba en la silla y encendía el ordenador. Mi maldición y la de Fenris se parecen en algo...ambos tenemos un monstruo sediento de sangre que controlar... ambos... proseguí hasta que mi gato saltó en frente del ordenador. No solia interrumpirme, pero esta vez, el pequeño gran Animal quería, de forma insistente, cariño. Cosa que es inusual en él puesto que tiene a su hermano para darse amor. Así que, con la intriga que me producía su nueva faceta ronroneadora, decidí seguirle. No tardé mucho en oír los maullidos de su hermano, que al ser de menor tamaño se escondía en sitios dónde yo no hubiera buscado de no ser por Animal. Zarpitas, como le llamé , estaba metido entre un mueble y la pared ya que entre los rodapiés y el final del mueble había un hueco lo suficientemente grande para Zarpitas y lo suficientemente pequeño para que Animal no entrase a molestarle

Durante unos minutos estuve pensando cómo mover el gran mueble para sacar a Zarpitas. No es que fuera una persona indecisa, es que era una más bien flojucha

No tenía forma de mover el mueble con mi propia fuerza, así que le dije a Animal que ahora volvería y que llamaría a Saray

Saray era mi vecina, la única vecina con la que hablaba y con la que tenía relación alguna

No se podría decir que fuera una persona solitaria... O tal vez...¿sí?, el caso es que ver a Saray sorprenderse de mi llamada me hizo recapitular

Hace 5 años que había aceptado a Zarpitas en mi casa, justo antes de...

Me perdí en mis pensamientos y Saray chasqueó los dedos

+Vamos, ¡¡a por Zarpitas!!

-Sí, claro

Subimos a mi casa y una vez allí le indique el mueble

Sabía lo que estaba viendo, un mueble de 2 metros de alto por 10 de ancho

No podrá moverlo, pensé y Zarpitas estará encerrado de por vida ahí, y tendré que darle de comer con una cuerda o con una caña, pero la caña debería ir sin anzuelo, es muy pequeño y querrá jugar con él, y se lo clavara, y no podré llevarle al veterinario y saldrá perjudicado porque tendrá un desangre o gangrena o algo peor

+Hey, estás pálida, estás bien?
-ZARPITAS MORIRÁ!!!!!!!

+esto...- miró hacia mis piernas con un gesto de voilà! Y sin que yo supiera cómo ahí estaba Zarpitas

No podía creerlo

Agarré a Zarpitas y lo revisé mientras él bufaba como sólo un persa sabe hacer

No tenía nada, sólo un poco de suciedad, algunas pelusas enganchadas en sus patas y orejas

Otra vez tendré que ducharte -le dije.

A lo que Zarpitas contestó con un ligero maullido, ya no con un bufido
Le solté en el suelo y rápidamente noté a Animal venir corriendo en su busca para tirarse encima y jugar.
Las patitas de Animal eran poderosas, poco elegantes y muy voluminosas
Cuando corría más se parecía a un Morlaco que a un gato siamés.
Zarpitas volvió a su escondite, metiendose en el mueble, y Animal empezó con su triste llanto. Por lo menos ya sabía cómo había empezado todo.
Suspiré  agarrando a Animal -No podéis hacerme hablarle a la vecina todo el rato, me da vergüenza, ¿¿¿lo entiendes??? ella es tan ruda, volví a suspirar mientras pensaba en sus brazos, que podía mover un mueble sin hacer ruido. Ella me gusta, Animal, no puedo hablarle todo el tiempo para pedirle favores. Acabará huyéndome.
-Miau, Miau- oí, pero no eran mis gatos quién lo habían dicho, extrañada me giré y ...Oh mierda. Del susto dejé caer a Animal.
Saray no se había ido , era ella quien habia hecho ese maullido doble. Mi cara cambió de color,  no sé si a mayor rubor o a  mayor palidez.
Saray empezó a reírse, tenía una risa grave, era increíblemente melódica, del tono de una contraalto.
+Si vinieras conmigo al gimnasio verías que ahí fuera hay muchas más personas como yo.
-No me gusta salir ahí fuera y aunque lo hiciera sólo podría verte a ti. Pero la verdad es que prefiero que estemos en mi casa que en la calle, por lo de la ansiedad y eso...  terminé la frase en un susurró, sabiendo que estaba roja y que me acababa de abrir bastante.
+¿por qué te crees que siempre te abro la puerta?¿Y que siempre estoy dispuesta y vestida para ayudarte?
-Porque las paredes son de papel y me oyes gritar que tengo que ir a buscarte... dije pensativa.
Saray volvió a reírse, pareciera que ella fuera dos pasos por delante en esta conversación.
+Es la cuarta vez este mes que vengo a tu casa, por tus gatos,  no por una invitación tuya, dijo mientras sonreía pícaramente. Cualquier otra persona se hubiera negado, pero a mi también me gustas tú, señorita de los gatos traviesos.

No me lo podía creer, le gustaba, alguien como yo le gustaba.
Fue maravilloso, una sensación que sólo había sentido a través de libros.

Yo...esto... -tartamudeé- podrías  venir si quisieras... Cuando, quieras... Yo... bueno, tengo mis dificultades pero también tengo mis facilidades. 

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