Capítulo 5

La ansiedad que me generaba el hecho de no saber quién era, era mayor que la certeza de que no me importaba en absoluto. Claro que me importaba, cómo no iba a importarme... 

Después de la noche de Luna Llena que parecía más una Luna Roja de Sangre teñida, todo fue diferente. 
Sandra no volvió a la manada, descubrió que era, simplemente, una renegada. Una persona renegada era aquella que vivía al margen, sin sus poderes naturales, sus dones debían habérsele mostrado aquella noche, pero asustada como estaba, no quiso saber nada de magia en mucho tiempo. Respecto a mi sed de sangre...la metafórica fue saciada, y la literal...bueno, ahora me alimentaba a base de pequeñas cosas que cazaba Mi Mujer. Mientras ella se dedicaba a rastrear en forma de perro, yo cazaba en mi forma vampírica cualquier animal que ella deseara. Era como si cocinase para mí. Después de que yo tomase el conejo de ese día, me bebiera su sangre y lo cogiera, ella lo herviría y lo comería. Había descubierto años atrás cómo morder y no inocular el veneno, así que, en pequeñas presas, no necesitaba que paralizase su sistema nervioso, me bastaba con partirle el cuello y luego beber de él. Así, Nasan, cómo ella misma se había denominado( una mezcla de Nadia y Sandra), podría comer de las mismas presas que yo e infligir el mínimo dolor, el ecosistema en el que vivíamos estaba equilibrado. De vez en cuando, cuando la luna era mayor, ella también deseaba una pieza mayor y entonces cazábamos algún ciervo o algún corzo, pero nunca depredadores, pues podrían ser gente con la que se había criado, o gente que quizás fuera de su antigua familia. No lo sabía, y yo no quería volver a enfrentarme a nadie de ese maldito pueblo nunca más. Así, aisladas pero juntas vivíamos felices.  




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