Relato Club Nocturno I
Ella tenía el vaso casi vacío, pero no importaba, supuse que me pediría otro, mientras me fijé en que tenía las piernas abiertas, el traje abierto y cuando me miró, pidió otro whisky on the rock. Cuando me lanzó esa mirada supe que si me pedía algo más también se lo daría. Le entregaría hasta mi alma. Pero hoy yo era una camarera más y ella estaba mirando a la bailaría del reservado ultra privado que teníamos. Ella debía ser peligrosa, no podía acercarme a ella tanto...pero algo en su olor me hacía querer acercarme, quizás fueran las luces rojas sobre el fondo negro, quizás fuera que había roto con Myke o quizás era su pose abiertamente masculina que chocaba con la figura femenina que dejaba entrever su camisa también abierta fuera lo que fuese, cuando le llevé su tercer whisky, me miró y se relamió. No quería caer tan pronto, no debía... vi su pulsera de oro, su cadena que llevaba una placa inscrita y quise morderla pero cuando vi su crucifijo tatuado en el cuello me retracté. No podía desear a alguien que creía que mi mera existencia era un pecado...o tal vez sí. A veces, como si de una corriente de alto voltaje fuera, se nos apaga el cerebro, nuestra parte racional y se nos encienden otras zonas, nuestro instinto animal sale y yo sabía que tenía la mirada y la sonrisa de querer comérmela...aunque en ningún momento creí que eso fuera posible. Decidí dedicarme a otros clientes, dejar a la chica del tatuaje tranquila con su bailarina privada y seguir pasando nevaditos en la bandeja. Recordaba, cada día, dónde vivía, recordaba cada día de dónde quería salir, pero nunca me había imaginado a dónde quería llegar, hasta dónde llegaría con tal de salir de allí. Las camareras oímos mucho, pero hablamos poco. Algunas personas sabias dicen que somos como los psicólogos, en mi caso, era más parecido a ser una chismosa pero bien pagada. Por el rabillo del ojo vi a Myke entrar y señalar a la chica del tatuaje. No podía ser verdad, ¿en serio tenia que atenderle?, Myke se sentó a su lado y yo pedí cambio a barra. Prefería fregar vasos que soportar a Myke de nuevo. La noche fue divertida...irónicamente hablando, me pasé desde las 3 limpiando vasos y al ser un "club" nocturno teníamos "permisos especiales" del alcalde para abrir hasta el amanecer. Mi trabajo era desde que oscurecía hasta que amanecía, bien podría ser un vampiro y nadie lo sabría. El camino a casa era tan corto como subir dos pisos. Un ático. En un ático vivíamos todas las subordinadas de Gino. Me gustaba pensar en ello lo mínimo posible así que me fui a fregar los baños. Oí una voz en el baño de hombres, diciendo lo típico: "tienes que hacer desaparecer a Marie antes de que nos haga desaparecer la clientela, Myke, y tiene que ser pronto". Myke otra vez, de verdad que iba a vomitar en el baño de las mujeres a este paso. Tuve curiosidad al oír algo de un tatuaje y trapo en mano me dirigí a hablar con la chica del tatuaje de esa noche. No me apetecía tener que limpiar sangre en mi "casa".
"Marie" dije queriendo sonar autoritaria, aunque la voz me salió a cachorro de San Bernardo babeando.
"Sí?" me quedé en shock. La voz que menos esperaba oir de esa mujer era una voz rota, rasgada y con un intento de dulzura. ¿Dulzura? ¿En este mundo? ¿Para qué?. Obnubilada por esas preguntas que me rondaban le dije la verdad directamente.
"Alguien ha ordenado a Myke matarte porque les vas a quitar la clientela"
La cara de ella parecía impasible, como si no me hubiera oído. Me miró y sólo dije: Está en el baño de hombres. Y me fui a limpiar el de mujeres. Justo cuando me estaba girando, ella me agarró del trapo y dijo:" esta noche te has portado muy bien, chica, pero el trapo lo voy a necesitar yo" y su voz pasó a ser rota y gélida, como un trozo de hielo fragmentado.
No quería saber nada, no quería saber nada, no quería saber nada. NECESITABA NO SABER NADA. Necesitaba un cigarro. Salí a la luz de la luna, no más de 10 metros del local, pues estaba prohibido alejarse 11 metros y me senté en el suelo, al lado de un árbol. Fumé lentamente. Notando el humo entrar en mis pulmones, ensuciarlos como mi conciencia lo estaba. Mucha gente moría en ese local, sabíamos todas que algún día saldríamos con los pies por delante simplemente por mirar a alguien mal. Quizás estaba demasiado aterrorizada para entender que estaba muerta y no lo sabía. Por eso decidí hacer lo que mejor sabía, evadirme. Me imaginé en una casa grande, bueno, mejor un chalet en el campo, lejos del bullicio de la noche, con vecinos hogareños y un mundo idílico que sólo yo creía que existía de las que allí vivíamos. Un poco de color en nuestra gama de negros del reservado, grises de las barras de Pole Dance y las luces rojas.
+!!Christal¡¡ ayúdame a deshacerme de este bulto, por favor.
No quería que "ese bulto" fuera Marie, pero aún así la vida no se para por nadie, aún así todo sigue. Me acerqué, tiramos el cadáver y lo quemamos, tal y como nos dijo el alcalde, en el campo, como rastrojos.
Volvimos cuando el Sol ya empezaba a salir, odiaba esa parte del trabajo pero de camino no me permití llorar, no me permití pensar en que las mujeres éramos usadas como trozos de carne para los hombres, cebo vivo para los peces gordos y cuando uno se pasaba...puff, desaparecías y ya.
Ninguna de nosotras sabia el nombre real de nadie, nadie sabia nuestro pasado, nadie sabe cómo empezabas en el club, pero todas sabíamos cómo salías.
Gino estaba en la puerta, agaché la cabeza como debía y una mano me agarró. Tuve el miedo instintivo de ser la siguiente. Y lo hubiera sido, hubiera deseado serlo. Pero Marie apareció justo cuando dejé de ser consciente de mi situación. Cuando los golpes ya no dolían y veía doble. Sólo oí el sonido típico de la muerte, un silenciador y luego frío.
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